El método musical Crecer con Confianza se centra en la etapa de desarrollo neurológico comprendido entre los 7 y los 12 años y está concebido como una herramienta de apoyo a educadores y padres en la tarea de configurar y estructurar la personalidad de los niños. Con este método el niño aprenderá a relajarse en un entorno positivo, se sentirá más tranquilo y ganará seguridad en si mismo.
Esto tendrá consecuencias positivas en la configuración de su personalidad y en el desarrollo de su capacidad para el aprendizaje, el comportamiento y la toma de decisiones. ¿Cómo una música específica es capaz de afectar a nuestro ánimo, a nuestro comportamiento y a la química de nuestro cerebro?
Todas estos planteamientos parten de unos pocos pero decisivos conceptos de la neuropsiquiatría más avanzada, sobre los que se afianza el método. Veamos, tenemos el concepto de epigenética, que viene a darnos la excelente noticia de que nuestra existencia no sólo está determinada por nuestros genes, visión que realmente nos convierte en pajarillos enjaulados, sino por el aprendizaje y por las respuestas que damos a las señales ambientales. La controversia entre si es el factor hereditario o el medio ambiente el que determina nuestra existencia existe desde hace mucho tiempo y es realmente potente.
En principio se sostuvo que el ADN controlaba nuestras características físicas; después, que los genes también controlaban nuestras emociones y nuestro comportamiento. De esta forma nuestro destino quedaba supeditado a la calidad de los genes recibidos de nuestros padres. Lo que supondría que tendríamos que resignarnos con lo que nos toca en suerte, todo ello sin ninguna capacidad de rectificar. Sin embargo, hoy se sabe que hay células inteligentes que pueden sobrevivir por sí mismas y buscan entornos que les permite subsistir. Analizan los entornos del ambiente en que se hallan y responden de manera que les permita sobrevivir.
Hoy sabemos fuera de toda duda que algunas enfermedades pueden achacarse a un gen defectuoso. Pero este tipo de alteraciones afecta a menos de un 2% de la población. Como dice B.H. Lipton, la mayoría de las personas llega al mundo con genes que deberían permitirle una vida saludable y feliz. Enfermedades crónica como la diabetes, dolencias cardiacas o el cáncer responden a una compleja interacción entre genes y factores ambientales. Son las señales del entorno las que codifican un gen determinado.
Creo que la epigenética es una buena noticia que nos abre la posibilidad de actuar conscientemente sobre nosotros mismos, nos da confianza y poder en nuestras decisiones, que no es poco.
Por otro lado, y para poder afrontar nuestra relación con el exterior, la naturaleza nos ha provisto de dos importantes mecanismos de supervivencia: uno, fundamentado en el principio de crecimiento o desarrollo; y otro, basado en el principio de protección.
Lo curioso del tema es que no pueden funcionar a la vez. De forma que, cuando nos encontramos en una situación de emergencia, nuestra reacción será huir o luchar, para lo que necesitamos redistribuir nuestras reservas de energía, inhibiendo el crecimiento. Para crecer, sin embargo, es necesario establecer una relación libre y abierta entre el organismo y el medio; además, inhibir el proceso de crecimiento nos hace más vulnerables y consume mucha energía. Aunque disponemos de un excelente sistema de protección, no está diseñado para permanecer activado de forma continua. Sin embargo, a menudo estamos inmersos en un estado cronificado de preocupación, como si después de afrontar una batalla, nunca tuviéramos paz. Lo cierto es que casi la totalidad de las enfermedades está relacionada en el estrés permanente.
Ahora sabemos que la influencia del factor ambiental sobre nuestra biología es enorme. Lo más importante es no nos deja a merced de un destino infranqueable, sino que nos abre oportunidades, nos brinda la capacidad de elegir, de sentirnos responsables de nuestras vidas y de cambiar puntualmente, ahí donde lo necesitamos.
Se trata de un nuevo paradigma que podremos aplicarnos a nosotros mismos y a nuestros entorno. Bien pensado, si lo trasladamos al mundo infantil, llegaremos a la conclusión de que la influencia que podemos ejercer sobre nuestros niños es enorme y profunda. Hay centenares de estudios que demuestran que nuestra capacidad de influir sobre un niño comienza ya antes de nacer.
El sistema nervioso del feto y del bebé en desarrollo cuenta con un amplio espectro de capacidades sensoriales, de aprendizaje y de una memoria que se conoce como memoria implícita. Su vida en el útero es determinante y afectará profundamente a su salud y a sus comportamientos.
Más adelante, el mundo les proporcionará importantes experiencias que influirán sobre la expresión de los genes y determinarán la unión de las neuronas entre sí, creando las rutas neuronales, que darán origen a una actividad mental única y personal. ¡Una tarea de auténtica ingeniería genética la de ser padres y educadores!
Marta Toro
Creadora y fundadora de Yourattentionplease
martatoro.com
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